sábado, 3 de octubre de 2015

Tornado

—Dicen que el viento es libre, que nadie puede retenerlo. Pero eso no es verdad, sino que es justamente lo contrario. Piensa en una burbuja en el mar. La ves ascender hacia la superficie y crees que es ella la que se está elevando. Pero no es cierto. La realidad es que el agua la está expulsando, la presión la empuja por todas partes con la única intención de arrancarla de su ser. La atmósfera hace lo mismo. La presión empuja el aire y es por su propio peso por lo que sube y baja; el sol lo calienta y lo eleva de nuevo; el frío lo lanza en picado hacia la tierra, y vuelta a empezar. El aire es lo que expulsas de tu camino cada vez que te mueves, cada vez que abres una puerta, cada vez que respiras, cada vez que te mueves. Tal vez por eso yo sé tanto del viento.
Hizo una pausa y le lanzó una mirada a Star, que se la devolvió con la boca ligeramente abierta, como un niño ante un teatro de marionetas.
Alter centró la vista como si de repente se hubiese quedado ciego, tiró del aire a su alrededor y los ojos se le cargaron del azul oscuro de Astarte.
—El aire está por todas partes, entra y sale incluso de ti, pero siempre lo hace a la fuerza. Por eso es el elemento más terrorífico de todos, porque puede negarse a hacerlo. Puede negarse a hacerlo todo. Puede dejar de apartarse de tu camino cuando lo empujas, puede dejar de darle aliento al hombre, puede dejar de huir y revelarse… Y cuando se revela —hizo un gesto, y un pequeño remolino levantó algo de arena en la playa llamando la atención de la gente—, cuando se revela se retuerce, se retuerce y grita, te arrastra para luego empujarte lejos de él, para intentar hacerte comprender el trato que le disputas cada día.
—Libre… —prosiguió—. Nada ni nadie es libre. La libertad no es más que una ilusión, una estatua con una antorcha levantada buscando la verdadera salida.
Se quedó mirando a Star esperando la pregunta. Y el Marshall se la hizo sin hacerse de rogar:
—¿Acaso existe esa salida? —preguntó.
—Me temo que Leo ya está al otro lado —respondió Alter, y por un segundo se pudo detectar su ansiedad, como un relámpago en el cielo. Alter deseaba morir, lo deseaba tanto como el viento la libertad. Pero el segundo se perdió y el relámpago se esfumó. Alter recuperó la triste sonrisa y el pequeño remolino de deshizo junto a las olas del mar.
—No te engañes, Star, el viento es para los que jamás se han sentido libres, no puede ser de otro modo. ¿Alguna vez has escuchado el grito de un tornado?
Star rememoró algunas ocasiones en las que había visto nacer tornados en la distancia. Los caballos los detectaban mucho antes que las personas y rara vez caminaban hacia ellos. Su rugido era brutal.
Tan solo asintió a la pregunta mientras se removía inquieto contra el piano.
—Pues lo que grita es «libertad».
Alter, (LAs Crónicas del bien y del mal vol III) La Hora del Fénix.


No hay comentarios:

Publicar un comentario